Un estudio de la Universidad de Midwestern, en Estados Unidos, siguió la evolución del órgano en mamíferos durante 11 millones de años y reveló que desempeña un papel biológico fundamental. Los detalles de la investigación.
Siempre se lo consideró un órgano inútil, sin ninguna función más allá de importunar, de molestar. La apendicitis, tan dolorosa en el momento de su aparición, servía como una excusa válida para extraerlo definitivamente del cuerpo. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que esconde una función biológica imprescindible.
Investigadores de la Universidad de Midwestern, en Estados Unidos, se propusieron indagar en la evolución del apéndice a lo largo de la historia. Rastrearon la aparición, desaparición y reaparición del órgano en distintas especies de mamíferos durante los últimos 11 millones de años con el objetivo de precisar los vaivenes que había sufrido.
Los resultados, publicados en Science Direct, revelaron que el apéndice evolucionó por lo menos 29 veces y se especula con que haya alcanzado las 41 modificaciones. Sin embargo, a través de la evolución mamífera, sólo se perdió el órgano un máximo de 12 ocasiones.
«Esta evidencia estadística fuerte de que la aparición del apéndice es significativamente más probable que su pérdida sugiere un valor selectivo para esta estructura. Así, podemos rechazar con confianza la hipótesis de que el apéndice es una estructura vestigial con poco valor adaptativo o función entre los mamíferos», sostuvo el equipo de investigación.
El saber popular asegura que el apéndice es un remanente que permanece y que supo desempeñar un papel importante en los ancestros de los seres humanos, pero que hoy -millones de años después- solo ocupa un espacio dentro del cuerpo. La razón por la que todavía perdura, de acuerdo al estudio, es que se presenta como «evolutivamente caro» deshacerse de él. No existió hasta el momento la suficiente presión evolutiva para librarse de una parte tan significativa.
La comunidad científica, por su parte, llevaba años de investigación que permitían especular con que el órgano impedía la propagación de determinadas infecciones. Más allá de la cautela de los investigadores, el informe respalda la hipótesis. Encontraron que las especies que habían retenido o recuperado un apéndice a lo largo de los años tenían mayores concentraciones promedio de tejido linfoide en una pequeña bolsa conectada en la unión del intestino delgado y del intestino grueso.
El descubrimiento indica que el apéndice cumple un rol destacado en el sistema inmunológico de una especie: «Aunque estos vínculos entre el apéndice ya se han sugerido antes, esta es la primera vez que se validaron estadísticamente. La asociación entre la presencia del apéndice y el tejido linfoide apoya la hipótesis inmune de la evolución del apéndice», remarcaron.